¿Te has planteado alguna vez estas preguntas?:
¿Cómo me veo dentro de 5 años? ¿y de 10? ¿es así cómo me gustaría verme? ¿estoy en el camino adecuado para verme como a mí me gustaría? ¿qué cosas debería cambiar para verme en el camino adecuado?
Si te has planteado estas preguntas alguna vez, enhorabuena! Si no, enhorabuena también, por haberte cruzado de frente con ellas. Parecen preguntas inocentes, pero no lo son en absoluto. Sus respuestas pueden hacerte daño, generarte incomodidad, tanta que puedes llegar a darte un sinfín de argumentos en contra de la necesidad de plantearte estas preguntas, e incluso otro sinfín de justificaciones para no inducir el cambio, para quedarte en tu paradójicamente incómoda “zona de confort”.
Tienes una gran probabilidad de encontrar que aquello que te impide desarrollar tu propio proyecto vital, es una relación tóxica en la que te encuentras, un trabajo que no te llena, innumerables letras del banco… Sin embargo, no te será tan fácil darte cuenta de que el único que está impidiéndote desarrollar ese proyecto… eres tú mismo con tanta justificación, con esa actitud derrotista.
Probablemente ahora estés enfadándote conmigo por ser reduccionista y meterte el dedo en la llaga. Estarás argumentando contra mí que hay muchas cosas en tu vida que no puedes cambiar y no es tan fácil. Estoy de acuerdo contigo, pero déjame decirte algo: probablemente, el 80% de las cosas que crees que no puedes cambiar son susceptibles de cambio, y con respecto al otro 20% de esas cosas, enhorabuena, puedes cambiar tu actitud hacia ellas, tu forma de verlas y entenderlas. Y con ello, dejar de lamentarte.
Pregúntate si quieres emprender el viaje de tu vida girando sobre ti mismo o quieres ir en alguna dirección para llegar a alguna parte. La dirección que elijas es sólo tuya. Pero tener una dirección es tan importante como cualquier necesidad fisiológica básica.
A veces vagamos por la vida, sin rumbo, sin proyectos, sin metas, sin compañía, en la dirección en la que el viento sople cada día. A largo plazo este ir y venir desorienta, desenraiza.
Buscarle el sentido a tu vida no tiene nada que ver con la religión ni con los valores morales impuestos. Tiene que ver con lo que a ti te llena, con lo que sabes que, si tienes suerte y llegas a anciano, al echar la vista atrás te sentirás orgulloso de ti mismo, en paz.